Chu chu uá chu chu uá y los oídos del entendimiento

Te voy a contar un día de mi trayecto diario. Mismo colectivo, misma parada.
Espero que el próximo venga vacío. Necesito sentarme, estoy cansado. Pero…si no hice nada. Igual, quiero viajar sentado.
Ahí viene uno y está vacío. Extiendo mi brazo para pararlo pero el muy hdp…¡Basura!, no sé por qué no paró. Y bueno, el otro que venga lo voy a tener que tomar sí o sí porque si no llego tarde. ¡Qué mala suerte!
Diviso en la otra cuadra que llega el próximo. Por supuesto, repleto. ¡Minga que me voy a sentar!. Frena, subo y están todos amontonados y quietos. No se mueven, no me dejan pasar. Parecen que estuvieran muertos. Consigo escabullirme por entre esos cuerpos duros que son llevados por ese vehículo cada uno a su destino, como a mí. Voy internándome como puedo hacia el centro. Justo ahí donde está el espacio para la silla de ruedas de los discapacitados, veo que se desocupa un lugar, al cual corro y me acomodo. Al menos puedo apoyarme y viajar semi sentado sobre el caño. Podré sacar un libro y leer porque llevo muchas ganas de eso. Sí, aquí traigo el Kybalión. Un poco profundo para leer en el colectivo, pero no tengo otro momento.
Antes de internarme en el libro, revoloteo con mi vista hacia todas las personas que me rodean. ¡Qué caras de…nada! Me pregunto si yo también tengo esa misma expresión para los demás. Seguramente sí.
Ahí hay uno tipo que es…raro…hasta gracioso. Petiso, jean gastado y viejo, buzo negro, sombrero de cowboy gris, mechones de pelos negros que le caen sobre los hombros, barba y bigotes renegrida por la tintura y…millones de arrugas sobre su cara. Cuántas, me digo, nunca había visto un tipo que no parece tan viejo con tantas arrugas. Labios gruesos juntos y sobresalientes como pico de pato y una cara aplanada y descarnada saliente para adelante. Los ojos pequeños. ¡Caras raras si las hay! Si tuviera que elegir entre todas las caras que me rodeaban, de seguro que la elijo. Es la única de expresión distinta al resto. No me gusta, por supuesto, pero hay algo que me atrae y me hace hasta sonreír.
Dejo a todos de lado y abro mi libro. Me interno en sus letras: ¨los labios de la sabiduría están cerrados excepto para los oídos del entendimiento¨ ¡Mierda! ¡Qué frasecita para comenzar! Pongo el dedo en esa página y cierro el libro para detenerme en ese pensamiento. Ahora sé que miro, pero no estoy mirando afuera y pienso ¿cuál será la sabiduría de la que habla?.
Frena el colectivo y sube gente y baja gente. Yo me encuentro justo enfrente de la puerta del medio por la cual se baja. Pero sube uno, sí, es el payaso Corbatita que viene vendiendo sus CD de música, ya lo conozco, tanto hacer este trayecto diario, que hasta sé las palabras que va a decir luego. ¡Puta! Y yo que quería tranquilidad para poder estar conmigo mismo y mis pensamientos y este viene a invadir el espacio sonoro con su música. Por supuesto que no voy a poder seguir leyendo el Kybalión, necesito concentrarme para eso.
Corbatita no dice nada, sólo pone a gran volumen la música que trae. Y bueno, pondré oídos de entendimiento para escuchar los labios de la sabiduría o la música de corbatita. En este caso va a ser la música, no queda otra.
Se escucha un organito alegre mezclado con otros instrumentos que a pesar del ritmo de jolgorio a mí me produce cierta tristeza y después de una breve introducción la voz comienza a cantar ¨yo conozco una vecina que ha comprado una gallina…¨ Claro, se acerca el día del niño y aprovecha para vender música infantil.
Recorro con mi vista los rostros. Sigue la nada dibujada en cada uno de ellos salvo en el hombre del sombrero que sonríe. Hay una chica detrás de él, bien vestida, arregladita, bonita y atrayente que también sonríe. Está cubierta por un piloto blanco, sus pelos largos y rubios caen hacia adelante. Tiene bellas formas y además sonríe por la música y comienza a mover sus hombros al compás de: ¨…la gallina Turuleca, ha puesto un huevo ha puesto dos ha puesto…¨ y yo, no quería más mirar. Cerré los ojos y una sensación de relajamiento corrió por todo mi cuerpo y me escapé tan lejos de aquel sitio que si algún carterista apareciera podría haberme robado hasta lo que no llevaba en los bolsillos.
Volví cuando la voz ronca de Corbatita sonó fuerte, al terminar la canción, diciendo lo de siempre: ¨primero quiero pedir disculpas si a alguien molesto con la música¨ ¡A mí! No es que tenga mala onda, pero sí, quería pensar en los labios de la sabiduría y mis oídos tenían que escuchar a la Turuleca. ¡Quizás sea esa la sabiduría! Entonces voy a intentar poner oídos de entendimiento para recibirla.
Corbatita siguió diciendo palabras que no tenía ganas de escuchar y recorrí con mi vista nuevamente los rostros. ¿Por qué no se ve nada en ellos, nada de su pasado, nada de sus ganas, nada de sus sentimientos o pensamientos? ¡Qué tarado, como si se viera algo de todo eso en mi rostro! Me aburren esas caras, me aburre no saber por qué, cómo y para qué cada uno vive. Y…suena la música, esta vez es el payaso Piñón fijo que comienza a cantar esa canción que hace mover a los niños: ¨chu chu uá chu chu uá chu chu uá uá uá…¨ Miro la sonrisa en la chica del piloto. Sonríe para afuera y para sus adentros como memorizando algo y ¨ compañía…brazo extendido…y chu chu uá chu chu uá…¨ Mueve cada vez más sus hombros y ¨ brazo extendido…puño cerrado y chu chu uá chu chu uá…¨ Al final veo que se atreve y sigue las indicaciones que Piñón Fijo da través de su canción. La chica extiende su brazo. ¡Esto se está poniendo lindo! Al extenderlo, golpea el sombrero del hombrecito extraño que inmediatamente gira su cabeza para mirarla y dejarle una sonrisa pegada justo en la parte en que el piloto blanco mostraba la redondez de sus senos y…¨chu chu uá chu chu uá chu chu uá uá uá…¨El hombre vuelve su rostro hacia mí y se entera de que lo estaba viendo. Me deja una sonrisa de complicidad sobre mis labios que se extienden para devolvérsela …¨y chu chu uá chu chu uá chu chu uá uá uá …¨
Vuelvo a cerrar los ojos y a escaparme de Corbatita, de Piñón Fijo, del hombre del sombrero, de la chica del piloto blanco y de todas las caras de nada con cuerpo de muertos que me acompañan en el colectivo y me centro en....abrir los oídos del entendimiento, porque me estaba hablando, a gritos fuertes, los labios de la sabiduría. Y pude entender lo que me decía, que eso también era la vida.

26/08/11

2 comentarios:

Amalia Lateano dijo...

ESCRIBES MUY BIEN...
No podía poner comentarios... Ahora sí...
Cosa de locos.
Entiendo poco.

Felicitaciones.
Amalia

Amalia Lateano dijo...

Eduardo: puedes enlazar el Foro que tengo con Euridice Canova, al tuyo?

Te lo agardeceré mucho.

http;//letrasyversos.foroargentina.net/
Un besito
Amalia

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El Río de la Plata y yo

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