En las afueras y adentros de mis límites, punto en que muero

Es muy tarde ya. De madrugada. No tengo sueño y sí unas profundas ganas de llorar. ¿Llorar qué? Me pregunto. No importa qué, ni cuánto, sólo llorar, llorar el dulce hastío de la existencia. A veces me embriaga el saber que existo. Otras me hace doler hasta…no importa hasta cuándo ni dónde ni cómo…simplemente me hace doler y sólo quiero llorar, oculto en la oscura soledad en que me escondo o…voy a salir a caminar desnudo por las calles para que alguien se entere. ¿Importa “alguien”?.

Húmeda va quedando mi sien derecha porque brota y se desliza una pura lágrima desde mi ojo izquierdo. Lágrima tibia, casi indeleble. ¡Si el dolor fuera así, casi indeleble! Pero el dolor es dolor. Era mi sien izquierda que quedaba húmeda…es que a estas horas se me invierten los sentidos…puedo reírme de mí cuando desee. Puedo también espantarme o dolerme, como ahora que me duelo profundo y neto. Tal vez sea que me ataca la sinrazón en algún sitio. Lo voy a buscar. ¿Estará perdido en algún resquicio de mi cuerpo? No, no creo. Está en mi mente. Es ella la que se esfuerza por dolerme. Pero ¿acaso no soy yo? No puedo separarme en cuerpo, mente, alma. Todo eso soy yo. No aprendí a residir exclusivamente en algún sitio predeterminado. También sé que nadie tiene culpa de que ahora duela ¿o sí? Quizás mis viejos. Para ellos fui apenas una noche de sexo. ¡Qué triste saber eso! El placer de unos lo paga otro que ni tiene la culpa. ¡Qué terrible!.

Me siento en la cama y pienso en cuantas veces mi madre apañó mi llanto o aquellas en que mi padre me acarició la mano con sus dedos rústicos y gordos. Ya están perdonados. Y no hay nadie más. Podría ser el tiempo, pero es el tiempo y los recuerdos. Sí, me vino a la memoria aquella vez que…¿para qué traer pasado al presente? Mejor lo borro o lo dejo ahí porque si no me traería más dolor en esta noche.

Puedo hacerme brillar una sonrisa pasajera cuando pienso, pero es tan fugaz como la estrella que alguna vez vi fugacear en el cielo y recuerdo que anteayer comí una fugaceta y estaba buena. ¡Si me escuchara Freud esta asociación libre podría llegar a interpretarme, pero estoy seguro que no le pegaría, sería simplemente interpretación suya.

Me vuelvo a tirar sobre mi cama. Pienso firmemente en que voy a salir desnudo a la calle hasta que me venga el sueño.

¡Alplax, Alplax, traeme el sueño! ¡No me dejes cruzar la línea a la locura! O debo decir: Angel de la guarda, dulce compañía…o mejor contarme un cuento o una ovejita, dos ovejitas, cuarenta ovejitas, docemilnovecientosesentaysiete ovejitas…o mejor un alplax más o dos o tres o los que hagan falta para sumirme tranquilo en el sopor de la inconciencia.

Claro, es la noche del viernes, madrugada del sábado. Siempre muero en esos días. El lunes al despertar oleré mis jazmines de leche, miraré mis geranios lilas, mis campanitas violetas, mis rayitos de sol rojo, mis pinos, mis ficus, mi pan de azúcar rojo sangre y…volveré a renacer radiante.

Quiero llorar ahora, llamar a alguien ¿quién es “alguien”? ¿para qué despertarlo? Si ni si quiera tengo claro a quien llamar. Tantos ojos y nada. ¡Tantos ojos y nada! ¡Quizás yo tampoco sepa mirar!

¡Gracias Alplax! Me estoy durmiendo.

04/11/11

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El Río de la Plata y yo

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