Humanos (nueva generación)

Humanos (nueva generación)

Los cambios suelen darse muy de a poco. Casi imperceptiblemente.
Este cambio era esencial para la vida humana, y como tal, fue progresando de a poco.
Comenzó con una respuesta inteligente de un niño a una pregunta casi sin sentido. Tal acontecimiento se había escrito en algún libro que mucha gente leyó, y a partir de ahí pudieron tomar conciencia.
El libro redactaba lo siguiente:
“ Cierta vez, un adulto que caminaba por la calle, vio que un niño llevaba un reloj pulsera. Y preguntó:
- Niño, ¿qué hora es?
El niño respondió:
- ¿Para qué quiere saberlo si esta hora pasará pronto?”
Estas pequeñas palabras inteligentes de un niño, llevaron a pensar a miles de adultos que habían leído ese libro, que lo importante en la vida no era ya el tiempo que había transcurrido, ni el tiempo que estaba por llegar. Era simplemente el aquí y ahora.
Muchos, tomaron conciencia, a partir de este breve relato, de que había que comenzar a darle un cambio a las vidas propias. Que para sentirse bien sólo hacía falta cuidar aquello que nos hace sentir bien. ¿Y qué es aquello que nos hace estar bien?, nosotros mismo. Comprendieron de que para que alguien respete a alguien, se debe respetar primero uno mismo, se debe querer, se debe cuidar de uno para poder cuidar de los otros. Y esto no se los enseñó nadie en la escuela ni en las universidades.
En las universidades y escuelas sólo tratan de poner memoria en las cabezas, poner egos que sobresalgan sobre los demás, poner mentes que puedan responder a un montón de preguntas y no saben que lo que sí deben poner son preguntas y más preguntas, para que la imaginación vuele y cada uno pueda desarrollarse en su propia identidad.
Muchas personas comenzaron a sentir un cambio interior. Se preguntaban el para qué de competir en trabajos, sociedad, escuelas, moda...Todo en el mundo es competir, quién es más bello, quién es más inteligente, quién es más sabio, quién es más rápido, quien es el mejor en algo.
Fue así, como de a poco, las gentes que querían un mundo mejor para ellos, comenzaron a dejar sus trabajos importantes, y a dejar sus casas, sus culturas, sus lugares, para tratar de encontrar en este amplio universo el sitio adecuado donde poder desaprender lo que la cultura había tratado de enseñar a través de siglos.
Seguramente que fue duro para muchos. Para ellos, porque debían dejar de lado comodidades impuestas por el confort, la moda, la apariencia, y a saber valerse por sí mismos en un mundo natural y en concordancia con la propia naturaleza.
Algunos se fueron a lugares fríos, otros a sitios calurosos, a cuevas, a pequeñas chozas sin confort. Nada era imposible, porque lo único que tenían presente era tratar de aprovechar esto que tenían, ese pequeño rato en la tierra, que seguramente los proveería de aquello que necesitaran.
Muchos miles murieron, porque fue duro el transe y el cambio.
Las ciudades comenzaron a vaciarse. Los gobernantes, ávidos de poder y de dinero, no sabían como sobrellevar lo que estaba sucediendo en el mundo. No había gente que atendiera las escribanías, ni los buffets de abogados, ni las tiendas, ni las propagandas...
Los que habían sido pobres pasaron a ocupar los lugares que la gente dejaba en sus propias casas. Lamentablemente ellos estaban invadidos por esa tremenda envidia con la que habían nacido y el resentimiento de sentirse menos siempre, que ahora, podían desplegar todo su poder desde otros lugares. Es así, como de a poco, y muy de a poco, ellos comenzaron a gobernar los países que quedaban vacíos de gente, las ciudades casi desiertas.
Los nuevos buscadores de su propia vida interior, comprendían de que cada vez necesitaban menos de las cosas materiales a las que estaban acostumbrados. No necesitaban iglesias para rezar a dioses, pues tenían en la naturaleza la mayor iglesia para admirar a cualquier creador. En la naturaleza encontraron sanación para cualquier tipo de enfermedades, como así también abrigo y comida para sobrevivir. Nada era más importante que satisfacerse desde sí mismo, y enseñando a sus propios hijos no una cultura nueva, sino una forma nueva de plantear la existencia. Estamos aquí ahora: disfrutémoslo. Ese era el punto.
Así, y de a poco, los pocos habitantes que quedaban en las ciudades, fueron muriendo, como morían con ellos miles de años acumulados de “cultura”, esa cultura que los llevaba simplemente a acaparar para mañana, acaparar para elevar el ego, acaparar para ser el mejor.
Hasta que un día, y tras millones de muertes de personas que no podían adaptarse al nuevo cambio, las ciudades quedaron abandonadas.
Los que se habían ido, habían logrado su cometido, una nueva sociedad comenzaba, esa sociedad que se daba cuenta de que la vida es sólo un instante, amplio instante que no necesita de egos para sobresalir, ni de ropas caras para poder ser persona, ni de puestos importantes o títulos o propiedades. Las generaciones que llegaban nuevas y que aprendieron la inteligencia de esta forma de vida, gozaban sabiendo respetarse y respetar a los otros. Ya no existía en el mundo las peleas por las ideas o los ideales de unos pocos, ni por dioses construidos deseantes de que la sangre humana riegue la tierra, ni el poderío de querer imponerse ante los otros por un pedazo de tierra.
Se erradicó la violencia, se erradicó la envidia, se erradicó la guerra, se erradicó el egoísmo, se erradicó lo que por milenios había sido propiamente humano.
01/02/09

2 comentarios:

Meli dijo...

Eduardo, siempre sorprendente. Aunque en este caso ... utópico ...

Besotes, Genio.

julio dijo...

Ojala que estas palabras dejen de ser un relato y que alguna vez se pueda volver realidad.

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