El Chino

Vino de su país en los años noventa, con su esposa, sus ahorros y sus sueños.
Enseguida puso un local de baratijas, esos de cosas importadas, esos de todo por dos pesos.
El negocio andaba bien. Su economía aumentaba.
Con su esposa buscaban tener hijos. Intentaban e intentaban pero el niño no llegaba.
Años de intento de búsqueda y de buen pasar económico, hicieron llevar a su esposa a consulta para ver que pasaba que el embarazo esperado nunca llegaba.
Detectaron un tumor en su útero, y comenzaron los esfuerzos con visitas médicas, tratamientos, medicamentos, biopsias y el cáncer se detectó.
Coincidió con la depresión económica del 2001. Sus ahorros fueron encorralados por los bancos. El dinero ganado iba para los medicamentos de ella y sus tratamientos.
Cuando ya en el 2004 pudo recuperar sus ahorros y el banco devolvió sus depósitos, el negocio ya no andaba tan bien.
Era la depresión que comenzaba a atacarle al chino. Su mujer con cáncer, sus ahorros para la enfermedad.
Y así fue como su negocio de baratijas se fue viniendo abajo.
En el 2005 su mujer falleció. El, sumido en su depresión, dejó de lado su negocio, que poco a poco se fue viniendo abajo.
Hasta que tuvo que cerrarlo.
Hoy, se levanta temprano, en estos días de invierno, tira un mantelito en el piso, en la esquina de una calle, y expone aquellas baratijas que le fueron quedando, esperando que algún transeúnte pase, se detenga y le compre.
Tiritando de frío, todos los días se lo ve al chino esperando recaudar algo. Siempre fiel a su pequeño negocio.
Cada día está más flaco. Cada día el frío le congela más el cuerpo y tiembla más. Su rostro triste le defrauda sus pocas ganas de seguir, pero sigue.
Tal vez venda sus baratijas de 2, 3 o 5 pesos por día. Quizás para comprarse un pan, quizás para ahorrar y pagar la pensión en donde vive. Quién sabe?
Quizás el chino no pase de este invierno.
22/06/07

2 comentarios:

Melba Reyes A. dijo...

Qué historia tan triste, pero muy a tono con la amarga realidad de las mayorías en nuestros países. Un abrazo. Melba

Conral dijo...

Es cierto, Eduardo, esta vez escribiste un relato triste y duro, pero tb estas situaciones forman parte de nuestra vida. Aquí tb tenemos muchos chinos ahora con sus pequeños negocios. ¡Qué lejos están de su tierra! Me da pena.

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El Río de la Plata y yo

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