Esas cosas que fueron nuestras (un cortito relato)

Recuerdo como te amé. Tal vez te dejé sola muchos momentos, muchos días, muchos años.
Pero no era por el gusto de dejarte sola. Me mataba trabajando, para construir nuestra casa, para que te sintieras como una reina, para que a nuestros hijos no les faltara nada. Y mientras tanto la vida se nos iba. Te ayudaba, a pesar de mi poco tiempo, en los quehaceres domésticos, para que no fuera tanto para ti. Y llegamos a tener lo que queríamos, a fuerza de sacrificios, de muchos sacrificios....de muchas noches sin sueño, trabajando y trabajando para protegerlos. Todos eran mi vida. Tú, mis cuatro hijos, mi casa....Cuanto tiempo perdí sin darme cuenta que tú no lo valorabas. Cuanto tiempo se me fue.
Hace meses descubrí que me engañabas. Que cuando yo partía para mi trabajo, esperabas el momento y te ibas. Una noche leí los mensajes en tu celular: ¨Te quiero, te extraño¨ y mi corazón explotó de locura.
Cuando te pregunté si tenías a alguien me dijiste que no, que alucinaba cualquier cosa.
Pero un día salí temprano del trabajo, y te seguí. Y comprobé lo que nunca hubiese querido comprobar. Estabas con alguien 20 años menor. Lo ví. Lo corroboré. Veinte años de vida tirados a la basura por un veinteañero que seguramente te usará y te dejará en poco tiempo, pero que en mi corazón marcaron lo que siento.
Primero te odié, y te pedí el divorcio. Me dijiste que yo estaba loco. Y lo acepté.
Después sentí asco, pues lo que me hacías a mí repercutía en los niños. Ellos lo sentían, lo vivían: la madre no estaba cuando la necesitaban.
Entre peleas y peleas de quien se va o quien se queda, me pegaste, me puteaste, me dijiste que yo estaba loco y que te decía esas cosas porque yo tenía otra mujer. Claro, querías que yo fuera el culpable de este abandono.
No podía más. Yo no puedo dejar a mis hijos solos. Si yo soy el que les cocino, les plancho, les lavo, los atiendo y encima les traigo el pan a la casa. Y tú, despreocupada, siempre de juerga por ahí con ese veinteañero que te abandonará en cualquier instante en que se dé cuenta de que una chica de su edad y más bonita, pueda cumplirle sus deseos sexuales.
Anoche llegué tarde del trabajo y tú no estabas. Decidí esperarte en la puerta, para echarte, para decirte que esta ya no es tu casa. Y casi al amanecer, irónica, llegaste: ¨Hace tiempo que me esperabas?¨ preguntaste. Sí. Para decirte que aquí, en mi casa, ya no entras más.
Discutimos, peleamos, en la calle. Sonó tu celular. Seguramente tu chico, para preguntarte como habias llegado. Te pateé la cartera, te tiré las llaves.....y ví tus cosas derramadas por el medio de la calle...esas pinturas que te regalé yo desparramadas...tu celular, que te regalé yo, destruido...y sentí tanta pena. Tanta pena por ti, tanta pena por mí, tanta pena por mis hijos, tanta pena por nosotros....que me lancé a llorar. Y tú sin más, recogiste tus llaves y entraste en nuestra casa, como si nada, como si la piel que te ardió en deseos hace instantes con tu veinteañero, no significara nada. Con ese cinismo de siempre. Entraste y te observé que fuiste a la cama de los chicos, los arropaste, les diste un beso y te fuiste a acostar.
Hoy siento, que esas cosas que fueron nuestras, no son de nadie ya. Pero yo no me voy porque aún, quiero creer, que esos cuatro niños, que crié con amor y dedicación, son también míos.
02/05/07

3 comentarios:

DePaco dijo...

La realidad, se vea de un lado o de otro, puede llegar a ser muy dura. Pero lo es más la mentira. La retratas y la relatas muy bien.

Conral dijo...

Edu, de nuevo se me encoge el alma cuando leo uno de tus relatos. Parece todo tan real y tan triste... Pero qué dominio tienes para relatar!!!
Un abrazo.

Meli dijo...

Eduardo, muchas veces la soledad y un excesivo apego al trabajo hacen que la relación en una pareja se distancie tanto que no sea culpa de uno u otro. Tal vez de ambos, o quizás de ninguno. Pero, realmente, ese padre con tantas horas de trabajo, dedicó a sus hijos lo que estos se merecían??? Bueno, tal vez ... quizás .... Felicidades, es buen relato real o de ficción. Puede ser que ambos a la vez. Besotes.

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El Río de la Plata y yo

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