Quizás mañana

Quizás mañana
Una noche más de insomnio. Igual, el despertador llega puntal a la cita.
Levantarse otra vez. El día me espera.
Voy a ducharme. La sensación del agua tibia corriendo por mi cuerpo me recuerda las caricias de Noemí aquella noche, la última que estuvimos juntos.
Seco mi cuerpo mientras pienso en cómo fui secado por ella aquella vez cuando juntos salimos de la ducha.
Miro mi rostro en el espejo. ¡Qué tonto, casi olvido de afeitarme! Elijo la eléctrica esta vez y mientras la máquina va y viene por mi rostro, llevada por mi mano, me miro los ojos al espejo y veo aquella profunda y habitual tristeza.
Quizás hoy se vuelva a dar lo mismo. ¡Qué ganas tengo de volver a acariciarte!
Perfumo mi piel. Puede ser que hoy sea el día de volver a encontrarnos cuerpo a cuerpo. Me pongo alguna ropa mejor que la de costumbre. Seguramente, cuando me vea hoy, si viene, no me va a poder decir que no.
Me miro. Me sonrío. Me creo que estoy hermoso para ella. Me voy a abrir la ferretería, y…espero, espero, espero a que Noemí venga.
A las 11.30 estoy de espalda al mostrador y me parece un sueño, siento el dulce perfume de Noemí penetrando por mis poros. Me invade, me enloquece y por mis venas comienza a correr fuerte la sangre. Escucho el ¡Buenos días! y me doy vuelta. Del otro lado del mostrador está Noemí acompañando del brazo a su marido que viene a comprar.
Mi sonrisa se apaga. Me caigo entre las monedas de un vuelto y… otro día más en que ni mi perfume, ni mis ropas, ni mi rostro bien afeitado surtieron efecto.
Esperaré a mañana, quizás venga ella sola.

1 comentario:

Nerina Thomas dijo...

Muy buen relato.triste al fin, pero a veces son realidades que se viven. Abrazo+

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El Río de la Plata y yo

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