Medio ocre de otoño

Nací atravesando el muro de un tiempo,
al cual, de seguro, no estaba predestinado.

Intenté acoplarme a la vorágine implantada,
y sufrí la esclavitud de un cuerpo deseante
que intentaba el placer de todas formas,
sin prejuicios, sin sorber daños asociados.

Y alma, sueños, intelectualizaciones
se perdieron entre una dulzura efímera
plasmándome de un color medio ocre,
y en esa mediocridad se perdió la existencia.

Quedaron tantos hilos sin tejer:
las notas de un piano se ahogaron
en una playa desierta y ancestral,
los colores de un cuadro se fueron disolviendo
cayendo como lágrimas sobre la vertiginosa vida
que pedía a gritos la felicidad,
en hojas secas, los ríos de tinta dibujaban símbolos
para algún lector que supiera leer,
y una profesión elegida al azar se moría de a poco
como mueren los pájaros silvestres, sin que nos demos cuenta,
sin siquiera saber sobre sus tumbas.

Se perdió la algarabía
al doblegarse el cuerpo ante el tiempo.
La mente murmuraba despaciosas palabras
y la marca de los años se mostraban fuertes, duras, indolentes,
innegables
en medio de la piel, los huesos y en los órganos agotados
de tanto y tanto.

Y llega ese momento en el que el corazón llora
y los quizáes que pudieron haber sido
retornan mordiendo los pedazos de tanto saber acumulado.
Saber de todo un poco es igual a saber nada de todo.

Y el dolor se acentúa
y los restos de lágrimas van dejando más sinsabores,
más dolores guardados en algún sobre para quizás mañana
abrir para seguir llorando.

Después de tanto andar
y con el árbol cansado y casi seco
brotan pequeñas ramas que en su momento
no supieron crecer,
y hoy quieren brillar,
pero el medio ocre color apagado del otoño
sigue seco y crujiente
y pálidamente sin brillo.


23/05/09

1 comentario:

diálogos de papel dijo...

El Otoño y sus caminos, son aquellos donde el ser humano vive más intensamente porque la experiencia de vida que lleva en sus maletas, lo engrandece.
Tus brillos están ahí, en tu propia escencia, no lo dudes.

Lucy

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El Río de la Plata y yo

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