¿Qué sabes del Alstila?

Mi obsesión por Alstila apareció una cálida noche de verano en la que me encontraba reunido con mis amigos, en un bello jardín, tomando unas cervezas.
La reunión estaba amena y todos nos estábamos divirtiendo mucho, cuando de pronto, sin ningún sentido y sin haber escuchado antes esa palabra, Alstila retumbó en mi cerebro.
Mis amigos notaron mi cambio de humor y me preguntaron qué me había pasado. Yo contesté que nada, que todo estaba bien. Traté de reintegrarme a las conversaciones pero me resultaba imposible. Alstila ocupaba mis pensamientos.
¿Dónde era que había escuchado esa palabra? ¿Qué significaba? Eso era lo que estaba tratando de recordar. Era una palabra muy familiar para mí, pero no recordaba cual era su significado. Hasta que no pude más y pregunté a mis amigos:
- ¿Qué saben de Alstila?
Todos me miraron asombrados y no podían creer lo que estaba preguntando. Se rieron, y con cara de no saber nada respondieron que esa palabra no significaba nada y entonces todos comenzaron a hacer elucubraciones de su significado. Se rieron mucho con ese juego.
Pero no sabían que para mí no comenzaba ningún juego sino una obsesión que en el transcurrir de los días siguientes continuaría creciendo.
Esa misma noche, cuando dejé la reunión, puse la palabra en un buscador de Internet para ver qué había relacionado con ella. Para mi infortunio no encontré nada que se le pareciera. No podía dormir pues esa palabra ocupaba todos mis sentidos, tratando de encontrarle algún sentido, era muy familiar, como algo que conocía o que conocí pero que había olvidado por algún motivo y no podía recordar.
Los días siguientes seguí pensando en ella. Preguntaba a los conocidos con los que me cruzaba si conocían el significado de Alstila. Nadie parecía saber de qué estaba yo hablando.
Una tarde, de regreso a casa, tomé un camino diferente y me encontré frente a un local en el cual la palabra alstila estaba escrita en su escaparate. Vi que se trataba de una agencia de viajes, y por curiosidad entré al negocio y pregunté al empleado cual era el significado del nombre alstila que figuraba inscripto en su vidriera. El empleado me miró con un gesto de mucho asombro y sólo respondió:
- No señor, ahí no dice Alstila. Sólo dice Halstila que es el apellido holandés de uno de los dueños.
Claro, la pronunció de una manera diferente. Pero en el escaparate estaba escrito sin la H.
- Sí, disculpe, es que la H se ha borrado.
Fue todo lo que obtuve de aquel empleado y de aquel lugar donde por primera vez encontraba escrita la palabra que había ocupado mis pensamientos los últimos días.
En mi interior sabía que era algo muy importante, pero no podía describirlo ni decir de dónde lo había sacado yo.
Fueron pasando los días y mis pensamientos acrecentaban la duda sobre Alstila.
Una noche, queriéndome olvidar un poco y tratando de limpiar mis pensamientos, tomé uno de esos vasos de cristal preparados para whisky que me habían salido tan caros, lo llené hasta el tope con una buena medida del licor y me senté en mi sillón preferido, junto con mi vaso, y frente a mi televisor, para disipar los pensamientos.
Sostenía en mi mano esa pieza tan única de cristalería que alojaba aquel líquido amarillo y fuerte que llevaba mis pensamientos hacia otros lugares, cuando descubrí que entre la suavidad del cristal del vaso una pequeña grieta, similar a una ralladura, entorpecía su liso desplazamiento. Comencé a jugar con mi uña sobre esa, a penas perceptible, grieta. Después de estar unos segundos así, descubrí que pude sacar con mi uña un ínfimo papel verde del interior. Mi asombro fue muy grande ante este descubrimiento. Pensé que el whisky había entorpecido mis pensamientos. Tiré el líquido y quise investigar de qué se trataba. Seguí escarbando con mi uña hasta poder arrancarlo del interior del transparente cristal. Puse el diminuto papel sobre la mesa y toda mi atención en él para ver de qué se trataba. Después de observarlo detenidamente, me di cuenta de que arriba del color verde se notaban pequeñísimas fracciones de puntos negros. Busqué una lupa y lo indagué más profundamente, para darme cuenta de que esos pequeños puntos negros no eran más que algún tipo de impresión de letras. Pero eran tan pequeñas que no podía leer su contenido. No sabía como hacer, necesitaba leer qué era lo que decía ahí. Entonces se me ocurrió tomar mi máquina de fotos y sacarle con la lente más potente una foto y llevarla a la computadora y agrandarla.
No me resultó muy difícil. Cuando tuve la fotografía en la computadora pude acercarme más a las letras y lo que ahí decía era:
Hecho por Alstila.
Supuse que era una etiqueta del fabricante, que coincidía con los pensamientos que últimamente me venían acechando. Pero tomarse un trabajo tan importante de colocar una pequeñísima etiqueta dentro de un cristal totalmente transparente, me parecía una locura inverosímil.
Quedé pensando varios minutos sobre tal suceso y no podía creerlo.
Se me ocurrió que todas las cosas que hubieran dentro de mi casa pudieran tener una ranura similar y albergar dentro una etiqueta con el nombre de quien la había fabricado. Es así que comencé con mi delirio.
Delirio de pasar mi mano suavemente sobre las cosas hasta descubrir esa pequeña ranura.
Donde primero la encontré fue en la mesa. Escarbé con mi uña y apareció el diminuto papelito verde. Seguí el mismo procedimiento anterior y me volví a encontrar con la misma inscripción:
Hecho por Alstila.
No era creíble. Y busqué en las sillas, en el parquet del piso, en las telas de la cortina, en el televisor, en un cuchillo, en la botella de whisky... y en todos encontré ese mismo papelito verde con la misma inscripción.
Quise entender de que el alcohol que había consumido llegó muy rápido a mi cerebro y estaba produciendo este tipo de alucinación en mí. Estaba ansioso, desesperado y casi enloquecido cuando decidí tomarme algunos somníferos para poder dormir y ver qué pasaba al día siguiente.
No había sido el alcohol de esa noche, no. Quizás me estaba volviendo loco. Las pequeñas ranuras, casi imperceptibles, aparecían en todos los objetos que acariciaba, y al hurgarlos con mi uña, el pequeño papel con la misma inscripción aparecía en todo.
Esa noche Clara, mi novia, me pidió que la fuera a buscar porque quería que la lleve a comer y al cine. Fuimos a un restaurante, y yo disimuladamente acariciaba todo objeto que se me acercaba a las manos para encontrar ese papel que salía de su interior y que muy cuidadosamente y sin sospechas de Clara, iba guardando en mi bolsillo.
En el cine también pude recopilar del papel del programa y del apoyabrazos de la butaca el diminuto papelito verde.
Salimos del cine y fuimos a casa con Clara. Hicimos el amor con ella y hasta había podido olvidar los papelitos que había rescatado durante toda la noche.
Clara se quedó dormida con la cabeza apoyada en mi hombro. Observé su nuca, mientras dormía. Corrí sus cabellos para besarla en esa parte que tanto le gustaba a ella. Y me quedé acariciando su suave nuca con mis manos hasta que descubrí una pequeña imperfección alojada a un costado de su cuello. Algo que rompía con la suavidad de su piel. Muy sigilosamente, y sin que se despierte, puse mi uña sobre ella y salió aquel tan odiado papelito verde.
Me levanté de un golpe de la cama asombrado, enloquecido. Ella despertó y me miró y yo sólo le dije: Sigue durmiendo que yo ya vuelvo.
En todos los papeles recopilados esa noche estaba la misma inscripción.
No sabía qué hacer. No sabía como actuar. Me vestí y salí a la calle y me fui a un bar a tomar algo de alcohol. Mientras miraba a la gente, suponía que todos tenían en su interior aquel pequeño papel que decía quién lo había manufacturado. Todo lo que me rodeaba entonces había sido hecho por Alstila. Pero ¿quién era Alstila?
Volví a mi casa. Clara seguía durmiendo. Comencé a buscar sobre mi cuerpo aquella pequeña rendija que me dijera que yo también había sido hecho por Alstila.
No pude encontrarla.
Quizás fuera yo el mismo Alstila.
25/01/09

1 comentario:

Meli dijo...

Guau!!!!!! Increiblemente bien relatado para mantener nuestro interés .... hasta el final!!!!!!!! Felicidades, Eduardo !!!!!

Besotes, Genio!.

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