Divina Kelly (un relato inventado)

La conocí cuando yo tenía 32 años y ella llegaba a los 45.
Era la recepcionista de la empresa donde trabajaba.
Adorable, simpática, muy bonita y por sobre todo parecía una mujer de unos 30 años. Por su forma, por sus gestos, por su belleza.
A veces con el pelo castaño claro, otras rubia, su pelo natural era el mejor, castaño oscuro, casi negro, pues en él resaltaban más sus ojos claros. Entre celestes y verdes, de acuerdo al tiempo. Siempre impecable en su vestir y en la combinación de su ropa. Toda ropa fina y de excelente buen gusto. Todo lo que tenía era de buen gusto.
El día que la conocí, me recordó a mi madre en las fotos que mostraba de su juventud.
Cuando nos pusimos a charlar ,con esa forma tan especial en su hablar, su cadencia, su ternura, me contó que cumplía años el día 3 de agosto. El mismo día que mi madre.
Era la sabia compañera de todo el mundo. Se escapaba si había algún problema. Pero si tenías algún problema era la oreja especial para escucharlo a pesar de que te dabas cuenta que ella no pretendía que le cuentes nada...pero si querías hablar, ella escuchaba.
Era la empleada perfecta. Llegaba siempre 10 o 15 minutos antes a su trabajo. Se iba puntual a las 18 hs. Pero si se tenía que quedar, lo hacía con placer.
Según contaba, su vida social era muy atareada, muchos amigos, amigas, la esperaban siempre para ir a tomar un café por las tardes, o salir a cenar.
Vivía con el padre y la madre por la zona de Almagro. Tocaba el pandero en un grupo brasilero.
Esto era lo único que podías saber de la vida de ella. No contaba más que eso. Ni siquiera sus amigos a amigas tenían nombre.
Nos hicimos amigos. Bueno, en realidad amigos amigos no del todo, puesto que ella sólo escuchaba lo que yo le contaba y no preguntaba nunca nada y nunca daba para preguntarle a ella sobre su vida si no quería contar.
Cuando me fui de esa empresa, siempre seguí en contacto con ella. Me pasó su celular y su dirección.
Muchas veces la invité a cenar y ella muy sabiamente sabía decir que no. Siempre estaba ocupada, con alguna reunión de excompañeras del colegio, con sus compañeros del grupo brasilero, con sus padres, o con algún amigo.
No se le conocía novio alguno. Ni de ayer ni de ahora. Nunca contaba de su vida.
De vez en cuando aceptaba ir a almorzar conmigo. Yo la pasaba a buscar a su trabajo y le contaba de mi vida. Pero la mayoría de las veces eran todas charlas telefónicas.
En sus vacaciones, ella contaba que disfrutaba a pleno con sus amigas. Recorría gran parte de la Argentina, o de Brasil, o se iba para el Uruguay...
Y era sobre todo, un ejemplo de vida, sencillez y al mismo tiempo distinción y finura.
La última vez que la ví fue cuando yo tenía 45 años (hace 3 años ya) , que no aceptó a venir a mi fiesta de cumpleaños por tener justo ese día una reunión con sus excompañeras de colegio. Pero me propuso que fuéramos a tomar el té a una confitería. Ese día la ví y ya tenía 58 años y uno solamente le podía dar 40. Su belleza y juventud parecían inacabables.
Luego seguimos charlando mucho por teléfono. Pero nunca más nos vimos.
Un día recibí un mensaje en mi celular que decía “Kelly ha muerto”. Quise ver quien me lo enviaba, pero como soy torpe con los celulares, enseguida borré el mensaje y no quedó registrado el número desde donde me llamaban.
Lo primero que hice fue correr hacia la casa, pues la dirección yo la tenía, pero nunca quiso ella que la fuera a buscar. Siempre cuando nos veníamos era a la salida del trabajo o en su horario de almuerzo.
Cuando llegué a la dirección, me dí cuenta que era una pensión de mala muerte, y pensando que estaba equivocado, le pregunté al encargado sobre Alejandra. El encargado me miró con angustia y me dijo que ayer había fallecido de un ataque cerebrovascular. Y no podía creerlo, entonces le pregunté por los padres. El me contó que sus padres hacía más de 15 años que habían muerto y que ella vivía sola ahí. Le pregunté por sus amigos y me contestó que ella no tenía amigos, que era una solitaria empedernida y que tenía una hermana menor que ella que vivía en el sur del país y que no venía nunca. A ella le avisó por teléfono de la muerte de Alejandra.
Yo me quedé estupefacto pues creía otra vida de ella. Nunca había contado de la muerte de sus padres, y siempre fueron muchos los amigos que tenía. Entonces le dije al encargado de la pensión si me podía contactar con la hermana, pasar un número de teléfono o algo. Me respondió que ella acababa de volverse a su ciudad después de haber hecho todos los trámites del funeral y embalar las cosas de Alejandra para llevárselas consigo. Igualmente me pasó su teléfono.
Llegué a casa y la llamé.
Hola, soy un amigo de Alejandra....dije y respondió: debés ser Eduardo, al que le mandé un mensaje avisando de que Ale había fallecido. Sí, le contesté. Era el único teléfono que tenía grabado en la memoria de su celular, por eso te avisé...
22/03/08

7 comentarios:

Unknown dijo...

¡Que triste y a la vez hermoso relato!, cuantas como ella, pululan a nuestro lado, cuantas almas solitarias nos rodean, y no sabemos apreciarlo. Cuantos silencios, cuantas almas silentes nos acompañan cada día, y no las vemos.
Fue tristemente agradable el haber pasado por aquí. Un cordial saludo

Conral dijo...

Waw! estremecedor relato. Como siempre escrito con gran dominio. Consigues que entremos de lleno en la historia y sintamos como los protagonistas: soledad, pena o trsiteza...
Felicidades. Me encantan tus relatos.
Un abrazo.

Melba Reyes A. dijo...

Bonito relato...¿inventado?.

Bonito y estremecedor. Un abraz♥

Anónimo dijo...

Aqui estoy Eduardo,poca cosa te dire,ya sabes!!simplemente precioso.
Cuantas palmaditas te doy?jajaja,si tengo que darte las atrasadas seran muchas,asi que te doy un abrazo y como no besitos.
Lucero

Meli dijo...

Eduardo, continúas encandilándome con tus relatos. Siempre he dicho que tienes una facilidad enorme para contar cosas en prosa. Consigues que nos imaginemos tantas cosas y sintamos tantas otras! Yo también pienso que hay tantas almas solitarias que hacen ver que disfrutan de otras vidas tan diferentes a las reales???

En fín, que besotes enormes y un abrazo de osa, Genio!

Unknown dijo...

Eduardo. Quiero felicitarte por el nivel literario de tu relato. Atrapás con una excelente técnica al lector y se muestra en el mismo una pintura increíble de nuestros días. Demás está decir que se exponen conductas, deseos y frustraciones en los personajes, que seguramente solemos ver a través de nuestras ventanas...o quizá, en nuestro espejo...

Adelante, que tus escritos nos hacen bien...

Un abrazo.

Hugo.

julio dijo...

Muy bueno el relato,te sumerge en la historia.Pregunto....paso?

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El Río de la Plata y yo

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