- Che pibe, vení un minuto.
- Maestro, dígame.
- Quería saber de donde sos.
- De por acá, ¿por?
- Porque hace un par de semanas que te veo vagando por la zona, pero me parece que vos no sos de por aquí.
- Bueno, ahora soy de por aquí. Antes vivía en una villa cerca de San Martín.
- ¿Y dónde vivís ahora?
- En la calle.
- ¿Te fuiste de tu casa?
- Sí maestro, en realidad me volé porque la cosa estaba muy podrida.
- ¿Y tus viejos?
- No, mi vieja murió hace un par de meses. Pobrecita, tenía cáncer en los pulmones. Y desde que se murió ella se pudrió todo en casa.
- ¿Cómo que se pudrió todo?
- Sí, mi viejo es un borracho de mierda que no sirve para nada. Y desde que mi vieja se murió anda cada vez más en pedo por la vida, no labura, no hace un carajo y chupa y chupa todo el día y se pone agresivo. Y mis dos hermanos mayores, tengo uno de 15 y otro de 17 se metieron con el paco y se andan falopeando todo el día. Y yo no quiero esa vida para mí. Además, la vida en la villa es complicada, siempre hay lios y peleas, afanos de todo tipo...y yo ya estaba podrido de todo eso, así que me volé. No quiero entrar en el paco como mis hermanos.
- ¿Y de qué vivís?
- Hay gente buena por este barrio. Una viejita me regala ropa. Mire, este pullover me lo regaló ella. Otra señora me regaló estas zapatillas que estan nuevas, eran de su hijo y ya no le quedaban. Y hay otras personas que me dan monedas, o me dan algo de comer. Son gente muy buena.
- ¿Y pensás vivir siempre en la calle?
- No maestro, quiero progresar. Las monedas que me dan las ahorro. Quiero llegar a poder comprar algo para vender en los colectivos. Y cuando tenga un poco más de plata quiero ir a vivir en una pensión. Tengo ganas de estudiar algo para que cuando sea más grande pueda ser alguien.
- ¿Qué edad tenes?
- Doce.
- ¿Y si te propongo algo?
- ¿Cómo que?
- Yo soy plomero y tengo este negocito aquí. Cuando salgo a hacer trabajos tengo que cerrarlo. Así que necesito alguien para que me atienda el negocio cuando no estoy.
- ¿Y usted quiere que yo me quede en el negocio?
- Me gustaría. Pero como no puedo pagarte, al fondo del negocio tengo una habitación con baño y una cocinita, así que te podés quedar a vivir aquí. Y cuando necesite ayuda en los trabajos te voy enseñando el oficio y me ayudás.
- ¡Qué bueno maestro! ¿Y por qué me ofrece esto a mí si no me conoce?
- Porque parecés un buen pibe.
- Soy un buen pibe y va a ver que no le voy a fallar.
Esta fue la primer conversación que tuve con Don José. Esa misma tarde llevé al negocio mis cositas y no quiso que me quedara a dormir ahí solo. Me llevó a comer a su casa. Doña Laura hizo una comida riquísima y me dejaron dormir en una habitación que había sido de uno de los hijos. Me dieron ropa de los hijos y al día siguiente comenzó mi trabajo con Don José.
Doña Laura me buscó un colegio para que terminara la primaria, porque no la había terminado y empecé a ir al colegio.
Ellos pasaron a ser mis padres adoptivos. Los supe querer desde el primer momento. Eran muy generosos, comprensivos y cariñosos conmigo. Me dieron toda su confianza y yo lo único que trataba era de no fallarles.
Con el tiempo Don José me enseñó el oficio de plomero y lo aprendí. Luego me mandó a una institución para que me den el título y me matriculen.
Cuando tenía 20 años, y ya habia terminado la secundaria y tenía la matrícula de plomero, le dije a Don José que me gustaría estudiar ingeniería en la facultad. El lo aprobó enseguida y me apoyó en todo.
Me pude recibir de ingeniero. Cuando me recibí Don José y Doña Laura me hicieron una fiesta, en la que asistió también mi novia Susana, que luego sería mi esposa. Me casé con Susana al poco tiempo y meses después Don José se murió.
Yo entré a trabajar en una fábrica importante, pero no quería abandonar el negocio que Don José había puesto con tanto esfuerzo. Un día ví un chico de la calle, que parecía bueno y le hice la misma propuesta que Don José me había hecho el primer día. El chico de once años aceptó. Esa noche lo llevé a cenar con Doña Laura y Susana.
Ahora el pibe tiene 20 años y sigue adelante con el negocio de plomería que Don José había iniciado. El vive con Doña Laura, y lo trata como me trató siempre a mí: como a un hijo.
21/10/07
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2 comentarios:
Buen relato. Positivo, lleno de esperanza. Dinámico y fácil de leer. Me gustaaaaaa. Felicidades.
(me alegro entrar a tu blog y encontrarme con varias entradas nuevas!!!!)
Un abrazo.
yo no soy un gran lector, pero me seduces en cada linea, me lo pones facil.
si hubiese muchos D. Jose en el mundo, seguro que cambiaria todo. un abrazo
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