Mensajes de Rita (historia de amor y desamor)

Víctor ya había superado el trance del engaño de Graciela.
Esos 20 años juntos, y luego descubrir que lo engañaba con un niño de la mitad de edad que ella, ya había pasado a ser historia. Todo superado.
Se planteó la separación, pero ella no quiso. No querían irse ninguno de los dos.
La consigna: vivir juntos como si nada y cada uno con su vida.
Ella siguió viendo a su amante hasta llegó a conocer algunos amantes más.
El, aceptaba esta relación, pues ella ya había muerto en su corazón.
Cuando Víctor, después de un año de tristezas y llantos, conoció a Rita, se sintió fuerte, se sintió amado. Era la primera piel que recorría su cuerpo después de tantos años en que Graciela se había instalado entre sus células. Rita se encontraba victoriosa en la piel de Víctor. Conocía su historia pero sus encuentros eran casuales. Siempre en algún bar, del bar a algún hotel a pasar la noche, y luego cada uno a su casa. La única otra comunicación que tenían era vía celular, por mensajes de texto o llamadas telefónicas.
El había podido distinguir con un ring-ton, en su celular, los mensajes de Rita. Era como un silbido. De esta forma, sabía él si atendía o no el teléfono.
El problema comenzó el día que Víctor se olvidó su celular en la casa. Y el silbido se oyó.
Y quien acudió al mensaje de: “¿Estás bien? “, fue Graciela, que desconcertada, creyendo que él nunca conocería otra mujer, llamó al teléfono que estaba registrado y le preguntó qué quería. Rita se limitó a no contestar.
Esa noche, cuando Víctor llegó a su casa, Graciela, llorando lo recibió.
- Me estás engañando hijo de puta !!!
- No.
- ¿Cómo que no? . Dejaste tu celular acá y hablé con esa puta de Rita.
- No entiendo desde cuando te preocupás por mi vida. Si vos todavía seguís con tu macho. Yo nunca te jodí. Dejame en paz ahora.
- Entonces tenés que irte de casa.
- Entiendo Graciela, lo que vos estás pasando ahora yo ya lo pasé hace un año.
- No, no es lo mismo.
- Sí, es exactamente igual.
Mientras charlaban, Graciela se enfurecía. Y en un momento, roja de cólera y bronca, le arañó la camisa dejándole las huellas de sangre, que por tal, dejaron en su piel las uñas de ella.
Víctor no decidió nada, ni se enojó, ni trató de calmarla. Ella le pegó y le marcó la cara.
El la tomó de los pelos y le dijo que si no se tranquilizaba la iba a matar.
Se calmó.
Y los días se fueron sucediendo. Graciela llamaba todos los días a su trabajo para preguntar si ya había salido. Para controlarlo. Lo pasaba a buscar con su coche a la salida.
Y Víctor siempre se preguntaba lo mismo: “¿Recién ahora se preocupa de mí?, Cuando yo la descubrí con ese pendejo en mi casa se hizo la boluda y nunca aceptó nada. Ahora que me deje en paz.”
Los encuentros con Rita y los mensajes con ella, cada vez eran más. Rita se había enamorado pero, por respeto a sus hijos, todavía no estaba en condición de llevar un hombre a su casa. Por eso seguían los encuentros en hoteles cercanos. Lo raro era que ni Rita ni Víctor sabía nada más de cada uno de lo que ellos querían decir. No sabían donde vivían, no sabían sus apellidos, pero sí sabían de sus historias, sus hijos y sobre todo de este pequeño amor que comenzaba a crecer.
Una noche Graciela vino a buscarlo a Víctor al trabajo, para llevarlo a casa con el coche.
Víctor accedió. A pesar de que entre ellos él sentía que ya no existía nada más que los cuatro hijos que habían tenido, y que hoy tenían que seguir criando.
Iban en silencio por la ruta. De pronto, se escuchó el silbido en el celular de Víctor.
Graciela, que conocía ese ring-ton, se puso loca. Quiso atinar a sacarle el celular a Víctor, y en una mala maniobra, apretó el acelerador y el volante fue para cualquier lado.
Hoy, en el celular de Víctor, perdido entre los pastos, al costado de una ruta, siguen llegando los silbidos, los mensajes de Rita, pero ya no tienen quien se los conteste.
30/03/08

2 comentarios:

Meli dijo...

Qué egoistas que somos! Si no eres para mí, no serás para nadie! En fín, bellamente relatado, como nos tienes acostumbrados, Eduardo.

Besotes enormes, Genio!

Melba Reyes A. dijo...

Querido Eduardo, has retratado un aspecto negativo que he visto en muchas personas y, que igualmente que en la historia, han dejado saldos trágicos. Un buena historia, muy bien contada. Un abraz♥

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