Dos y Uno (una historia de encuentros)

Cuando Dos conoció a Uno era una noche de los meses de invierno. A penas se vieron se dieron cuenta que lo que necesitaban con urgencia era un encuentro sexual. Su atracción era mutua y urgente. Por tal motivo, Dos invitó a Uno a pasar una noche de sexo en su casa. Y sin decirse nada, y sin contarse nada, hicieron rechinar la cama en la que se tiraron, hundir el colchón y las almohadas y juntar sus pieles con mucha pasión.
Fue una noche genial, y Dos no quería que Uno se fuera. Quería que se quedara hasta el amanecer. Pero no se mintieron y charlaron. Uno contó a Dos que hacía 20 años que vivía con alguien, y Dos contó a Uno que hacía 4 años que salía con alguien. Uno le dijo su edad y Dos también. Veinte años los distanciaban. Seguramente cuando Uno tenía 20, recién Dos estaba naciendo. Se pasaron los teléfonos y quedaron en llamarse.
Uno, al día siguiente, no aguantó y llamó a Dos para decirle lo bien que había pasado la noche anterior. Dos le dijo que también había pasado una noche genial y que quería repetirla, pero que hoy no podía.
Cuando se conocieron, Uno pensó que Dos iba a ser un número más en sus conquistas. Y Dos pensó que Uno iba a ser una noche más para sumar a sus noches de lujuria. Pero algo crecía entre ambos.
Luego fue Dos quien llamó a Uno para pedirle que fuera pues extrañaba su cuerpo y su aroma. Uno enloquecido acudió a su cita de placer en la que olvidaba el mundo y se entregaba a sus sueños acogido por Dos.
Así pasaron un tiempo, viendose de vez en vez.
Un día se distanciaron. Uno pensaba que como Dos era más joven no lo llamaba porque tendría otra cosa de su edad para la ambición sexual. Y Dos no llamaba a Uno porque como sabía que vivía y amaba a alguien, no quería molestarlo.
Una noche, de un mes de verano, el destino los volvió a cruzar. Enseguida Dos le ofreció ir a pasar la noche a su casa. Uno aceptó con placer. Y nuevamente resurgió esa pasión del primer momento.
Cuando Dos apareció en la vida de Uno, era un momento de tristeza y dejadez y Dos le abrió las arterias de calor y volvió a encandecer su vida con las ganas de vivir.
Así pasó el verano. Y nuevamente se distanciaron por la misma razón de ántes.
Uno comprendía que Dos no dejaría nada por alguien mayor, y Dos comprendía que Uno no dejaría 20 años de vida por alguien 20 años más joven.
Y el tiempo pasó. Y el azar los volvió a encontrar. Y se dieron cuenta que lo que les pasaba iba más allá del sexo y la pasión, que lo que los unía era algo más profundo que una noche de sexo y de placer. Pero ninguno de ambos se prometía ni exigía nada al otro.
Uno no podía más con su cabeza, pues en ella sólo Dos estaba. Pero al mismo tiempo le daba ganas de seguir viviendo. Y Dos, no podía más soportar su mente sin Uno. Pero no podía exigir nada.
Uno decidió no ver más a Dos y alejarse de los lugares comunes en que pudiera estar.
Uno pensó que en 20 años más,(si vivía 20 años más) Dos quizás ni se acordara ya de Uno. Sólo sabía que Dos, había sido quien le abrió las ganas en la mitad de la vida...
Y Uno siguío su camino, con las arterias del deseo abiertas por Dos, y Dos siguió el suyo con la ilusión de volver a encontrar nuevamente, algún día, en cualquier noche, a Uno.
06/04/07

3 comentarios:

Conral dijo...

Bonito y complicado relato. Como la vida misma. ¡Qué caprichoso es a veces el amor! Me gusta leerte.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

muy bueno,un poco histerico por parte de los dos.javierd

Meli dijo...

Siempre les quedará la fortuna de un nuevo e inesperado encuentro. Genial. Besotes. Ahhhh y sigue deleitándome con tus genialidades. Qué me gustan!!!!!!.

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El Río de la Plata y yo

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